Érase una vez, un día muy caluroso de verano, en el que un niño, llamado Roberto, quiere beber agua, después, de jugar en el parque con sus amigos y va a pedirla a un bar.
-¿Por favor, me das una botella de agua?
-Lo siento, no me queda ninguna. La última se la llevó ese señor con globos en la espalda. Si quieres puedes ir a buscarle a ver si te la da.
-Vale, lo intentaré.
¿Me das la botella de agua que has comprado antes, por favor? Es que tengo mucha sed.
-Perdóname, niño, pero es que ya me la he bebido.
-(Llorando) Bueno, adiós.
-¿Qué puedo hacer para que estés feliz?
-Pues, llévame encima de tu espalda volando por toda la ciudad.
-Vale, es muy buena idea.
-(Aterrizando) Muchas gracias, pero es la hora de ir a cenar.
Roberto se va a cenar, pero tenía tanto sueño de haber visto toda la ciudad volando, que entró por la puerta, y se fue derecho a dormir a su habitación.
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