miércoles, 17 de marzo de 2010
Leopoldo Alas (CLARIN)
La heroica ciudad dormía la siesta.El viento sur, caliente y perezoso, empujaba las nuves blanquecinas que se rrasgaban al correr hacia el norte. En las calles no había mas ruido que el rumor estridente de los remolinos de polvo, trapos, pajas y papeles, que iban de arroyo en arroyo, de acera en acera, de esquina en esquina, revelándose y persiguiéndose, como mariposas que se buscan y huyen y que el aire envuelve en sus pliegeus invisibles. Cual turbas de pilluelos , aquellas migajas de la basura, aquellas sobras de todos, se juntaban en un monton, parábanse como dormidas un momento y brincaban de nuevo sobresaltadas, dispersándose, trepando unas por las paredes hasta los cristales temblorosos de los faroles, otras hasta los carteles de papel mal pegados a las esquinas había pluma que llegaba a un tercer piso , y arenilla que se incrustaba para días, o para años, en la vidriera de un escaparate, agarrada a un plomo.
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