miércoles, 24 de febrero de 2010

Antonio Machado



A un olmo seco.

Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido
con las lluvias de abril y el sol de mayo,
algunas hojas verdes le han salido.

¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco calcomido y polvoriento.

No sera, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la rivera,
habitando de pardos ruiseñores.

Ejercito de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus extrañas
unden sus telas grises de arañas.

Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carretera;

antes que, rojo el hogar, mañana
ardas, de alguna miseria caseta
al borde de un camino

antes que te descuaje un torbellino
y un tronche de las sierras blancas
antes que el rio hacia la mar te empuje,
por valles y barrancas,

olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama vendecida.

Mi corazon espera
tambien hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.


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